viernes, 29 de mayo de 2009

UN PREDICADOR SE SALVO DE MILAGRO

Mauricio Sanez Condorí estaba en el templo cuando irrumpió un ladrón que se puso nervioso y le disparó.
El proyectil rebotó en el cancionero religioso que sostenía sobre su pecho.
La bala iba directo al pecho de Mauricio Sanez Condorí, un predicador evangélico, pero el plomo rebotó en su libro de himnos y sólo rasguñó su piel.
Todo comenzó cuando un ladrón encapuchado entró en la Iglesia Evangélica de los Hermanos Libres, en Rodeo del Medio, una zona rural del interior mendocino.
En el precario templo había 15 feligreses con las manos en alto, pero no por el ladrón: estaban alabando a Dios. El delincuente, que llevaba un arma, interrumpió la plegaria con un grito: “¡Cállense! ¡No digan nada y entreguen todo lo que tienen!”. Los 15 fieles se tiraron al piso y cubrieron sus cabezas.
El único que no obedeció fue Mauricio, que ese día era el encargado de dirigir el canto. El hombre no dejó de cantarle a Dios. Sanez Condorí pensó que el revólver era de juguete. “¡Callate! ¡Agarrá este bolso y recolectá las cosas!”, le ordenó, nervioso, el asaltante mientras le apuntaba con el arma. “Yo pensé que a 15 personas uno solo no nos podía hacer nada”, le dijo Sanez Condorí al diario Los Andes de Mendoza. Las cosas empeoraron cuando David y Avelino Amador, dos fieles, abrieron la puerta del templo. El ladrón se asustó y disparó. El ruido seco de la explosión ensordeció a los 15 feligreses. Mauricio tenía el cancionero junto a su pecho. “Pensé que era una bala de goma porque cuando me hirió me di cuenta de que no era grave”, dijo Sanez Condorí a periodistas mendocinos. El hombre sólo dejó de cantar cuando el disparo rozó su cuerpo y lo dejó adormecido. Mauricio se dio cuenta de que el libro había sido su escudo protector y que la bala había rebotado. Enseguida pensó en un milagro. “Esto me hace creer en un Dios que me cuida. La mano de Dios estaba conmigo y me salvó. No tuve miedo; estaba tranquilo”, dijo emocionado. El ladrón guardó en un bolso los celulares y las billeteras que estaban desparramados en el piso. Cuando huía sacó el picaporte y dejó encerradas a las 15 personas. El infierno en el templo duró 10 minutos. Los feligreses pensaron que Mauricio estaba herido de gravedad y llamaron de urgencia a una ambulancia. Cuando llegaron los médicos curaron el raspón que tenía Sanez Condorí en el pecho y le pusieron una venda del tamaño de una curita. Mauricio tiene 38 años. Es boliviano y hace cinco años que vive con su esposa, Evarista, y su hijo, Santiago, en Rodeo del Medio, una zona rural a 20 kilómetros al este de Mendoza Capital. Es una zona de quintas donde hay varias familias radicadas que se dedican al cultivo de hortalizas. Mauricio y Evarista trabajan en los campos de acelgas propiedad del padre de Evarista. “Si el ladrón se arrepiente lo aceptaría en la congregación. No le vimos la cara porque la tenía tapada. En el templo nos juntamos los días miércoles, viernes, sábados y domingos. Yo estaba tranquilo, mi mujer se puso un poco nerviosa. Por suerte ya pasó”, declaró Mauricio.

TOMADO DE : http://www.elliberal.com.ar/secciones.php?nombre=home&file=ver&id_noticia=0905291IQ&seccion=Ultimo+momento